Papa Francisco: Niños que migran solos a EEUU, emergencia humanitaria
Alerta sobre una categoría de migrantes que desgraciadamente aumenta día a día, en su mensaje al Coloquio sobre migración México- Santa Sede
El Papa Francisco ha pedido ayuda para los niños emigrantes y ha alertado sobre la crisis humanitaria en la frontera de EE.UU. y México por la emigración ilegal, en un Mensaje firmado el 11 de julio y que fue leído el lunes 14 por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de Su Santidad en el Coloquio México Santa Sede sobre “movilidad humana y desarrollo”.
El Santo Padre advierte acerca de la “emergencia humanitaria” que supone el incremento de los niños que emigran solos hacia los Estados Unidos y reclama medidas urgentes para protegerlos.
En su mensaje, Francisco se refiriere asimismo a las amenazas que padecen los emigrantes en el mundo, e insiste en los peligros que afrontan los niños que viajan solos desde Centroamérica y México hacia los Estados Unidos.
“Ésta es una categoría de emigrantes que desde Centroamérica y desde el mismo México cruzan la frontera con los Estados Unidos en condiciones extremas y persiguiendo una esperanza que la mayor parte de las veces resulta vana”, observa el Obispo de Roma, y reclama la “atención de la comunidad internacional ante este desafío” pidiendo medidas a los países involucrados.
Texto completo del Mensaje Pontificio con ocasión del “Coloquio México Santa Sede sobre movilidad humana y desarrollo”
Deseo dirigir mi saludo a los organizadores, a los relatores y a los participantes en el “Coloquio México Santa Sede sobre movilidad humana y desarrollo”.
La globalización es un fenómeno que nos interpela, especialmente en una de sus principales manifestaciones como lo es la emigración. Se trata de uno de los “signos” de estos tiempos que vivimos y que nos recuerdan las palabras de Jesús: “¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?” (Lc 12,57). No obstante el gran flujo de migrantes presentes en todos los Continentes y en casi todos los Países, la migración es vista aun como emergencia, o como un hecho circunstancial y esporádico, mientras se ha convertido ya en un elemento característico y en un desafío de nuestras sociedades.
Es un fenómeno que trae consigo grandes promesas junto a múltiples desafíos. Muchas personas obligadas a la emigración sufren y, a menudo, mueren trágicamente; muchos de sus derechos son violados, son obligados a separarse de sus familias y lamentablemente continúan siendo objeto de actitudes racistas y xenófobas.
Frente a tal situación, repito aquello que he tenido oportunidad de afirmar en el Mensaje para la Jornada mundial del Migrante y del Refugiado de este año: “Es necesario un cambio de actitud hacia los migrantes y refugiados por parte de todos; el paso de una actitud de defensa y de miedo, de desinterés o de marginación – que, al final, corresponde precisamente a la “cultura del descarte” – a una actitud que tenga a la base la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor”.
Me urge, además, llamar la atención sobre decenas de miles de niños que emigran solos, no acompañados, para escapar a la pobreza y a las violencias: esta es una categoría de migrantes que, desde Centro America y desde México, atraviesa la frontera con los Estados Unidos de América en condiciones extremas, en busca de una esperanza que la mayoría de las veces resulta vana. Ellos aumentan día a día. Tal emergencia humanitaria reclama en primer lugar intervención urgente, que estos menores sean acogidos y protegidos. Tales medidas, sin embargo no serán suficientes, sino son acompañadas por políticas de información sobre los peligros de un viaje tal y, sobre todo, de promoción del desarrollo en sus países de origen.
Finalmente, es necesario frente a este desafío, llamar la atención de toda la comunidad internacional para que puedan ser adoptadas nuevas formas de migración legal y segura.
Deseo un gran éxito a la admirable iniciativa del Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno mexicano de organizar un coloquio de estudio y reflexión sobre el gran desafío de la emigración e imparto de corazón a cada uno de los presentes mi Bendición Apostólica.